viernes, 26 de diciembre de 2008

" el obtuso polígrafo árabe manuel mandeb solía rodearse de una runfla de aficionados al arte y al heroísmo. se trataba de individuos que estando con sus propias personas, presumían de estar en desacuerdo con el universo.
hacían toda clase de esfuerzos por resultar interesantes. buscaban, por ejemplo, la desdicha y el fracaso, tal vez por ser metas siempre más cercanas que el triunfo y la felicidad.
estos sujetos vivían en el barrio de flores y se hacían llamar los hombres sensibles. entre sus maniobras de fácil audacia figuraba el juego. las frugales apuestas les dejaban una grata sensación de desinterés por los bienes materiales y un baratísimo motivo de jactancia.

[...]

se ha dicho que los hombres sensibles no solo saben perder, sino que, además, lo desean. esta impresión ha sido avalada por infinidad de jugadores de dados, cebadores de mate, mirones y otras personas que frecuentan las timbas por una u otra razón.
puede ser que sea cierto. algunos hombres sienten miedo cuando ganan. temen que todo éxito es el presagio de un desaste. o quizá padecen la angustia moral de no merecer lo ganado.
se puede ir más lejos. según una cosmogonía bastante difundida entre los espíritus melancólicos, el universo es una organización perversa, donde siempre ocurre lo que uno no desea y donde todo acaba siempre en trajedia. las fuerzas del bien son minoría, y el destino apoya descaradamente a los malvados.
conforme a este pensamiento, cualquier victoria parece una traición.
si hemos de creer en la leyenda, el angel gris comparte este criterio y suele regalar a sus protegidos largas rachas de naipes adversos. "

El libro del fantasma, de Alejandro Dolina. Ediciones Colihue. 1999

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